La Conferencia del Episcopado Dominicano llamó ayer a votar por el mejor de los candidatos en las elecciones del 16 de mayo próximo, y advirtió que no votar constituye una falta a una obligación moral si no hay una razón suficientemente grave.
En un documento con motivo de la conmemoración del 27 de febrero, fecha de la Independencia Nacional, el organismo eclesiástico insistió en que no se trata de elegir lo ideal, sino escoger lo mejor de lo que hay.
“Lograr que los seres humanos y la democracia maduren es fruto de un proceso largo y lento”, señala.
En consecuencia, insiste en que el voto debe ser consciente, serio y responsable, “es decir, que debe estar fundado en razones sólidas y honestas, no solo en sentimientos o intereses personales, grupales o partidistas, y agrega que “constituye un llamado del Señor que muchos laicos y laicas participen con conciencia cristiana responsable en lugares claves de la sociedad, los cuales el Documento de Aparecida los describe como centros de decisiones, a saber, los ambientes políticos, empresariales, sindicales y en todo tipo de asociaciones que promuevan el bien común”.
Advierte que el servicio generoso a la comunidad en la búsqueda y conquista del bien común es la esencia de la política, y exige a los que detentan el poder o lo buscan, sean cristianos o no, virtudes específicas, como son inteligencia, capacidad de sacrificio, preparación, renuncia de intereses propios, altura de miras, nobleza, ecuanimidad, flexibilidad, entrega, honestidad, humildad, sencillez, madurez, y creatividad.
“Nada tan reñido con esto como el irrespeto, desconfianza, prejuicio, malas jugadas, venganzas, acusaciones y vituperios mutuos a los que desde hace tiempo estamos asistiendo. El daño a sí mismo, a los partidos y a la nación entera que esto produce, es gravísimo y nada querido ni deseado por nuestro pueblo dominicano”, resalta.
Explica que “la verdad sobre el bien y el mal se reconoce en modo práctico y concreto en el juicio de la conciencia, que llega a asumir la responsabilidad del bien cumplido o del mal cometido”.
“Así, en el juicio práctico de la conciencia, que impone a la persona la obligación de realizar un determinado acto, se manifiesta el vínculo de la libertad con la verdad”, señala.
Opina que “precisamente por esto la conciencia se expresa con actos de juicio que reflejan la verdad sobre el bien, y no como decisiones arbitrarias”.
El documento del Episcopado Dominicano sentencia que “la madurez y responsabilidad de estos juicios, y en definitiva, del hombre, que es su sujeto, se demuestran no con la liberación de la conciencia de la verdad objetiva, a favor de una presunta autonomía de las propias decisiones, sino, al contrario, con una apremiante búsqueda de la verdad y con dejarse guiar por ella en el obrar”.
Dice que “así, en política la conciencia nos lleva a actuar con claros criterios de compromiso con la comunidad y el país, tratando de participar en las soluciones de los problemas que afectan a la mayoría, como también elegir y a decidir de acuerdo al bien y a la verdad y no en contra de lo que pienso y quiero en el fondo de mí mismo”. “Recordemos la enseñanza de la Iglesia en torno a la democracia: una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho y sobre la base de una recta concepción de la persona humana”, señala el documento.
En un documento con motivo de la conmemoración del 27 de febrero, fecha de la Independencia Nacional, el organismo eclesiástico insistió en que no se trata de elegir lo ideal, sino escoger lo mejor de lo que hay.
“Lograr que los seres humanos y la democracia maduren es fruto de un proceso largo y lento”, señala.
En consecuencia, insiste en que el voto debe ser consciente, serio y responsable, “es decir, que debe estar fundado en razones sólidas y honestas, no solo en sentimientos o intereses personales, grupales o partidistas, y agrega que “constituye un llamado del Señor que muchos laicos y laicas participen con conciencia cristiana responsable en lugares claves de la sociedad, los cuales el Documento de Aparecida los describe como centros de decisiones, a saber, los ambientes políticos, empresariales, sindicales y en todo tipo de asociaciones que promuevan el bien común”.
Advierte que el servicio generoso a la comunidad en la búsqueda y conquista del bien común es la esencia de la política, y exige a los que detentan el poder o lo buscan, sean cristianos o no, virtudes específicas, como son inteligencia, capacidad de sacrificio, preparación, renuncia de intereses propios, altura de miras, nobleza, ecuanimidad, flexibilidad, entrega, honestidad, humildad, sencillez, madurez, y creatividad.
“Nada tan reñido con esto como el irrespeto, desconfianza, prejuicio, malas jugadas, venganzas, acusaciones y vituperios mutuos a los que desde hace tiempo estamos asistiendo. El daño a sí mismo, a los partidos y a la nación entera que esto produce, es gravísimo y nada querido ni deseado por nuestro pueblo dominicano”, resalta.
Explica que “la verdad sobre el bien y el mal se reconoce en modo práctico y concreto en el juicio de la conciencia, que llega a asumir la responsabilidad del bien cumplido o del mal cometido”.
“Así, en el juicio práctico de la conciencia, que impone a la persona la obligación de realizar un determinado acto, se manifiesta el vínculo de la libertad con la verdad”, señala.
Opina que “precisamente por esto la conciencia se expresa con actos de juicio que reflejan la verdad sobre el bien, y no como decisiones arbitrarias”.
El documento del Episcopado Dominicano sentencia que “la madurez y responsabilidad de estos juicios, y en definitiva, del hombre, que es su sujeto, se demuestran no con la liberación de la conciencia de la verdad objetiva, a favor de una presunta autonomía de las propias decisiones, sino, al contrario, con una apremiante búsqueda de la verdad y con dejarse guiar por ella en el obrar”.
Dice que “así, en política la conciencia nos lleva a actuar con claros criterios de compromiso con la comunidad y el país, tratando de participar en las soluciones de los problemas que afectan a la mayoría, como también elegir y a decidir de acuerdo al bien y a la verdad y no en contra de lo que pienso y quiero en el fondo de mí mismo”. “Recordemos la enseñanza de la Iglesia en torno a la democracia: una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho y sobre la base de una recta concepción de la persona humana”, señala el documento.
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